En la última novela de Andrea Camilleri publicada en España, el comisario Montalbano describe Italia como un país en el que todo el mundo «se metía a policía, forense, juez y fiscal y en el que la gente se dividía en defensores de la culpabilidad o inocencia ajenas con la misma intensidad con la que los hinchas animaban a su equipo en un estadio». Creo que en España ocurre exactamente igual. De hecho, creo que España e Italia son en realidad un mismo país, con vicios y virtudes parecidos, con culturas diferentes, pero con raíces comunes y siglos de historia compartida.
Quizá la pandemia de COVID-19 ha puesto de manifiesto esa tendencia compartida a ambas orillas del Mare Nostrum de la que hablaba el comisario siciliano, para erigirnos en fiscales y jueces de todo lo que se mueve sobre la faz de la tierra. Todos son expertos en pandemias, pero pocos hacen caso a los impasibles números. Unos se defienden y presumen, otros acusan sin descanso, mientras la realidad sigue sus propios derroteros, sin que parezca importarle gran cosa lo que se diga, al tiempo que persisten problemas sin resolver.
En España e Italia el perfil de la pandemia ha sido semejante y, aunque con alguna matización, las curvas epidémicas se asemejan como dos gotas de agua. En Italia, el crecimiento acelerado de la pandemia comenzó 8 ó 9 días antes que en España, aunque ya a finales de marzo superamos a Italia en casos y muertes por millón de habitantes. Ahora, en pleno mes de julio, los rebrotes en España aumentan a mayor velocidad que en Italia y las proyecciones y perspectivas también son peores que las del bel paese. Si esto fuera un partido de fútbol -perdón por la frivolidad- España estaría venciendo a Italia por 11 a 8. Aunque en este caso, ganar significaría perder, ya que por cada 11 casos diagnosticados en España de COVID-19 por millón de habitantes, en Italia se han diagnosticado 8.
El Instituto de Métrica y Evaluación de la Salud (IHME) de la Universidad de Washington prevé -si nada ni nadie lo remedia- que las infecciones seguirán creciendo en España hasta alcanzar un nuevo pico a final de octubre, mientras que en Italia se mantendrán a un nivel moderado y constante. El virus sigue activo entre nosotros, ajeno a las retóricas del tipo #Salimos-más-fuertes. La incidencia acumulada de 7 días por cada 100.000 habitantes no ha dejado de crecer en España: desde 4,90 el uno de julio hasta 12,11 el 16 de julio.
Hace unos días se publicó el informe de la Universidad de Cambridge sobre los objetivos de desarrollo sostenible en la OCDE, en el que se presta especial atención al efecto del COVID-19 sobre esos objetivos. Entre otras valoraciones, se incluye un ranking de los 33 países de la OCDE, en el que se evalúa la gestión realizada en cada país sobre la pandemia. España figura en el último lugar (puntuación de 0,31 sobre 1) a muy poca distancia de Bélgica (0,40) y Reino Unido (0,43). Se trata de un estudio piloto realizado con la información disponible el 12 de mayo y, por eso, Suecia e Israel aún se sitúan a mitad de la tabla, ya que no se recogen las segundas oleadas en esos países.
Los rebrotes -o la segunda oleada- se desarrollan en España de forma alarmante desde el 6 de julio. Las cifras no engañan y, aunque globalmente las infecciones crecen a un ritmo menor que a principio de marzo, puede ser cuestión de horas que adquieran una aceleración vertiginosa: la temida progresión exponencial. En Gandía se está viendo los últimos días una tendencia preocupante, así como una peligrosa relajación de las medidas de higiene y protección en ciertos establecimientos de hostelería y ocio. Espero que cuando se publique este escrito ya se hayan tomado otras medidas contundentes como el bando de la Alcaldía del pasado sábado porque, si no se reacciona a tiempo, podemos volver a la situación de marzo y abril.
A nivel nacional, la tendencia para esta semana, calculada con datos del 16 de julio, indica que la cifra de casos acumulados desde el inicio de la pandemia puede alcanzar el día 24 entre 273.200 y 278.400 casos confirmados, lo que supondría un incremento semanal de entre 10.500 a 15.200 nuevos casos. En función de cómo gestionen los responsables políticos esta segunda oleada, se mejorará o empeorará esa proyección. No se debería caer de nuevo en los errores de principio de marzo, aunque mucho me temo, y me gustaría equivocarme, que de nuevo se está llegando tarde. Espero que cuando se lean estas líneas ya se hayan adoptado de nuevo las medidas que se tomaron en la Fase 2 de la desescalada, al menos en zonas de alta incidencia como Gandia.
Gandia, 19 de julio de 2020
Este artículo fue publicado originalmente el 21 de julio en el diario Levante-EMV en su edición de La Safor. La gráfica que aparece al principio fue actualizada el 23 de julio con los datos correspondientes al día anterior.