La película Tierras de penumbra(1993) narra la historia de amor de Clive Staples Lewis, profesor en Oxford, novelista y ensayista, con Joy Gresham, una escritora norteamericana a quien en 1956 se le diagnosticó un grave cáncer de huesos. Lewis accedió a un matrimonio civil de conveniencia para que ella pudiera obtener la nacionalidad inglesa, pero finalmente llegó a descubrir el amor que sentía y en marzo de 1957, en la fría habitación de un hospital, se casaron por el rito anglicano. Es una historia en la que el amor se entreteje con el dolor porque, como escribió Lewis «El dolor de ahora es parte de la felicidad de entonces. Ese es el trato».
Lewis, autor de la famosa saga Las crónicas de Narnia, también escribió sobre el dolor y abordó el sentido del sufrimiento y cómo conciliarlo con la bondad y omnipotencia divinas: «Si Dios fuera bueno, desearía que sus criaturas fueran perfectamente felices y, si fuera todopoderoso, sería capaz de hacer aquello que desea. Por tanto, Dios carece de bondad o poder, o de ambas facultades».
El misterio del dolor desconcierta y frente a él, las respuestas paliativas no resuelven las preguntas que nos planteamos, que llegan a provocar reacciones como la de Job en la Biblia: «¿Me queréis consolar con vaciedades? Vuestras respuestas son puro engaño para mí». Ese misterio llega a ser causa de increencia y un obstáculo para los que buscan al Dios del amor. Aunque Lewis sugirió que «el dolor es el megáfono que Dios utiliza para despertar a un mundo de sordos», reconocería más tarde que quedaba en el aire la pregunta de si Dios deseaba el dolor.
El sentido del sufrimiento es difícil explicar, especialmente a quien no cree o tiene una fe vacilante. ¿Cómo concebir que un Dios que es amor no evite el dolor que padecen tantos inocentes? ¿Cómo asumir que un Dios omnipotente, justo y misericordioso no impida las guerras, las enfermedades, el hambre o el sufrimiento e injusticia de las víctimas de la maldad humana, la pobreza o la desesperanza?
Lewis reunió en un libro sus reflexiones tras la muerte de su esposa y descubrió nuevas aristas al experimentar en carne propia el sufrimiento: «Nadie me había dicho nunca que la pena se viviera como miedo». Se preguntó a sí mismo si sus preocupaciones no serían «las contorsiones sin sentido de un hombre incapaz de aceptar que lo único que podemos hacer con el sufrimiento es aguantarlo». También planteó la cuestión del silencio de Dios: «vete hacia Él cuando tu necesidad es desesperada, cuando cualquier otra ayuda te ha resultado vana, ¿y con qué te encuentras? Con una puerta que te cierran en las narices, con un ruido de cerrojos, un cerrojazo de doble vuelta en el interior. Y después de esto, el silencio».
Lewis concluyó que no encontraba contestación para sus preguntas, pero percibió que el silencio no es una puerta cerrada, sino que «es más bien como una mirada […] no exenta de compasión. Como si Dios moviese la cabeza no a manera de rechazo sino esquivando la cuestión. Como diciendo: ‘Cállate, hijo, que no entiendes’. ¿Puede un mortal hacerle a Dios preguntas que para Él no tengan respuesta? […] Todas las preguntas disparatadas carecen de respuesta. ¿Cuántas horas hay en una milla? ¿El amarillo es cuadrado o redondo?». La respuesta que Dios ofreció a Lewis fue la misma pregunta que le hizo a Job «¿Dónde estabas tú cuando Yo fundaba la tierra?», que es como decir: ¿Qué sabes tú de todo esto?
El 10 de abril de 2020, el Papa Francisco se postró en el suelo de la basílica de San Pedro. Era Viernes Santo y el templo estaba vacío. En la celebración de la crucifixión de Jesús predicó Raniero Cantalamessa. Un fraile de blanca barba, con el hábito de la orden Capuchina, habló para el Papa y para millones de personas que le seguían on-line. En el contexto de uno de los periodos más duros de la pandemia, proclamó que «¡Dios es aliado nuestro, no del virus!» Habló sobre el sufrimiento y el silencio de Dios y explicó que la prueba más segura de que la bebida que te ofrecen no está envenenada es si el que te la ofrecido «bebe delante de ti de la misma copa. Así lo ha hecho Dios: en la cruz ha bebido, delante del mundo, el cáliz del dolor hasta las heces. Así ha mostrado que éste no está envenenado…».
Cantalamessa negó que la pandemia fuera un castigo porque, si lo fuera, no se explicaría qué cayera igual sobre buenos y malos, ni por qué los pobres son los que más sufren sus consecuencias. No rehuyó explicar por qué Dios no evita el dolor de inocentes y víctimas injustas. Dios no suscita los desastres naturales como terremotos o epidemias, ya que «ha dado también a la naturaleza una especie de libertad, cualitativamente diferente, sin duda, de la libertad moral del hombre, pero siempre una forma de libertad». El predicador señaló que la pandemia de coronavirus nos ha despertado del mayor peligro que tiene el hombre: el delirio de omnipotencia: «Ha bastado el más pequeño e informe elemento de la naturaleza, un virus, para recordarnos que somos mortales, que la potencia militar y la tecnología no bastan para salvarnos».
Terrence Malik comenzó su película El árbol de la vida (2011) con el ya citado versículo de Job «¿Dónde estabas cuando Yo echaba los cimientos de la tierra… mientras me alababan los nacientes astros, y prorrumpían en voces de júbilo todos los ángeles?» Las preguntas y dilemas sobre el sufrimiento y el silencio de Dios se escenifican con la voz de una madre que ha perdido a su hijo en la guerra, con imágenes evocadoras de la creación del mundo y la estremecedora música del Lacrimosa de Preisner. Cuatro preguntas dirigidas a Dios: «¿Por qué? ¿Dónde estabas? ¿Lo sabías? ¿Qué somos para ti?» El paralelismo con la Virgen María es inevitable. Quizá ella, atenazada por el dolor, formuló preguntas similares al pie de la cruz.
¿Cuáles son las respuestas? Con su estilo directo, Lewis adelantó al inicio de su ensayo un consejo para enfrentar el dolor: «No tengo nada que ofrecer a mis lectores, aparte del convencimiento de que un poco de valentía ayuda más que mucho conocimiento; un poco de comprensión, más que mucha valentía, y el más leve indicio del amor de Dios, más que todo lo demás». Por su parte, Cantalamessa explicó que la palabra de Dios nos dice que lo primero que debemos hacer en momentos de sufrimiento es gritarle a Dios, «a veces incluso con palabras duras, de llanto y casi de acusación», ¡Señor, ven en nuestra ayuda! ¿No te importa que perezcamos?
La respuesta de Dios ante el sufrimiento y el dolor es en realidad una ausencia de respuesta, porque no hay una explicación filosófica para comprender los motivos del mal o cómo puede Dios sacar del mal algún bien. Job encontró algo mejor que explicaciones clarificadoras al problema del dolor, encontró a Dios como acompañante en su sufrimiento. Job pedía respuestas y encontró la cercanía de un aliado. Acompañar a la imagen de la Virgen de los Dolores en su sufrimiento, es también una forma de suplicar su cercanía, su comprensión y su empatía.
Gandia, 23 de marzo de 2021.
Este artículo fue publicado el 1 de abril de 2021 en el diario Levante-EMV en su edición de La Safor. Es una versión resumida del artículo original del mismo título que aparece en la revista L7D, Época III – Número: 37 – Año: 2021, páginas 104-109, editada por la Real e Ilustre Hermandad de Nuestra Señora de los Dolores de Gandia. http://dolorosagandia.com/wp-content/uploads/2021/03/revista-dolorosa-2021.pdf. La fotografía es un fotograma de la película El arbol de la vida, de Terrence Malik.