Llegando a Gandia por la Avinguda d’Alacant, al pie de una centenaria chimenea industrial restaurada por Vicky Foods, se encuentra un artístico azulejo que pobló nuestra geografía anunciando el Nitrato de Chile. Fue durante décadas una imagen icónica del mundo rural. De estilo art déco, representa la estilizada silueta de un jinete a caballo sobre fondo amarillo. El texto, conjugado en imperativo -«Abonad con Nitrato de Chile»- ni sugiere ni aconseja, sino que ordena tajantemente su uso como fertilizante.
El Nitrato de Chile se extraía de los depósitos naturales de salitre de Chile, Perú y Bolivia y entre 1879 y 1883 provocó una guerra entre ellos. Debido a su abundante contenido en compuestos nitrogenados, el Nitrato de Chile y el guano -procedente de islotes del Perú y de Chile- estuvieron entre los primeros productos naturales utilizados en agricultura.
El nitrógeno está en el origen de la historia, porque la vida en nuestro planeta depende del ciclo de este elemento que se transforma y recicla en los ecosistemas. Primo Levi, escritor y químico italiano, superviviente de Auschwitz, lo describía en su libro El sistema periódico:«El nitrógeno es el nitrógeno, pasa divinamente del aire a las plantas, de éstas a los animales y de los animales a nosotros; cuando su función en nuestro cuerpo se agota, lo eliminamos, pero sigue siendo nitrógeno aséptico e inocente».
El nitrógeno es el componente mayoritario del aire que respiramos, pero es escaso en la corteza terrestre donde está presente en una proporción mínima. Las plantas lo necesitan para vivir y lo obtienen gracias a las bacterias que lo toman del aire y lo «fijan» en los suelos. Sin nitrógeno los ácidos nucleicos, los aminoácidos y las proteínas se agotarían y la vida se extinguiría.
En el siglo XIX se descubrió que el uso de fertilizantes que aportan nitrógeno, fósforo y potasio conseguía incrementar notablemente la producción agrícola. Gracias a ellos y a otras muchas otras innovaciones en lo que se conoce como la «revolución verde», hoy se producen suficientes alimentos que, bien distribuidos, podrían alimentar a toda la humanidad.
El nitrógeno es muy suyo. Un gas inerte, incoloro e inocuo, cuyas moléculas se encuentran a gusto solas y rehúyen a otros átomos y moléculas. Adolece de cierta tendencia a la introversión y a la pereza. El nitrógeno busca desesperadamente unirse a otro nitrógeno para formar una molécula estable y difícil de romper. Su comportamiento es diferente al del oxígeno, su vecino en la tabla periódica, que siente voracidad por unirse con todo lo que encuentra, formando óxidos con casi todos los elementos.
Cuesta mucho destruir el fuerte enlace de la molécula de nitrógeno. Para romperla en dos y que sus átomos se unan a otros elementos se necesita mucha energía. Por esa razón los compuestos de nitrógeno son explosivos, ya que cuando vuelven a su forma molecular liberan mucha energía. Así ocurre con la nitroglicerina, la dinamita, el TNT o la nitrocelulosa y también en muchos abonos nitrogenados. La dantesca explosión en Beirut en 2020, debida a la desestabilización de cerca de tres mil toneladas de nitrato amónico, causó 217 muertos y miles de heridos y desplazados.
El pasado mayo este periódico informaba sobre una bacteria del género Azotobacter que se incorpora en las canalizaciones de riego de 24.000 hanegadas de suelo agrícola de La Safor. Estas bacterias fijan el nitrógeno del aire en los suelos en forma de compuestos nitrogenados, posibilitando sustituir parcialmente los abonos y reducir el efecto negativo de los nitratos en los acuíferos.
Hace décadas que Azotobacter se utiliza como fertilizante. El ensayo iniciado en La Safor es muy prometedor y habrá que analizar los resultados para verificar que se logra controlar la nitrificación de acuíferos, lo que sería un éxito. Aunque Azotobacter fija el nitrógeno en el suelo de forma natural, no por ello prescinde de un complejo mecanismo químico. Utiliza unas encimas llamadas nitrogenasas, que contienen azufre, hierro, molibdeno y vanadio, que facilitan la reacción en la que el nitrógeno se combina con el hidrógeno para producir amonio asimilable por las plantas. El amonio es el amonio, sea sintetizado por las bacterias o por el hombre mediante el proceso Haber-Bosch. Ambos mecanismos -el natural y el artificial- son químicos.
Hay quien percibe la química como perjudicial y cree erróneamente en la dicotomía entre lo «natural» y lo «químico». Es un prejuicio denominado quimiofobia, un miedo irracional a los productos químicos. Morten Meldal, Nobel de Química de 2022, comentaba recientemente que «la química no es algo malo, porque la química lo es todo. Y si consideras que todo es malo, estamos en un mal lugar».
El ocaso comercial del Nitrato de Chile se debió a que no podía competir en precio con los nitratos sintéticos. Su única ventaja podría haber sido su origen natural, pero quedó vedado por la agricultura ecológica. Los designios del ecologismo son en ocasiones más mistéricos que científicos.
Gandia, 11 de junio de 2023.
Este artículo se publicó originalmente en la edición de La Safor del diario Levante-EMV el 20 de junio de 2023.