Rosatellum

El rosatellum es el sobrenombre del sistema electoral que se ha utilizado en Italia en las dos últimas elecciones generales de 2018 y 2022. Es un nombre peculiar muy del gusto de los italianos, que ya bautizaron a la ley electoral de Berlusconi como porcellum (cerdada). Rosatellum puede traducirse como rosetón, aunque debe su nombre al político socialdemócrata Ettore Rosato. Esta ley pretende facilitar gobiernos sólidos frente a la endémica inestabilidad política del país transalpino, que ha tenido 67 gobiernos en 76 años.

El mecanismo de asignación de escaños ideado por Rosato combina el sistema mayoritario con el proporcional. Un tercio de los escaños se asignan con el sistema mayoritario en circunscripciones uninominales: quien obtiene más votos gana el escaño. Los otros dos tercios se asignan proporcionalmente a través de listas bloqueadas. De esta forma se facilitan las mayorías absolutas y se estimula la formación de coaliciones para que concurran con un programa electoral común. Los pactos postelectorales, que confunden e incomodan al electorado, se sustituyen por pactos preelectorales que tienen que acordarse y publicitarse en un programa de gobierno. El elector tiene una información más precisa sobre lo que quiere hacer la coalición ganadora… y también sobre lo que no va a hacer.

En España las encuestas descartan la posibilidad de que las elecciones del 23-J conduzcan a una mayoría absoluta. Por tanto, para evitar un bloqueo que obligue a la repetición electoral, será necesario alcanzar pactos postelectorales. En el caso de que ni PSOE ni PP alcancen la mayoría absoluta, los socialistas ya han anunciado que no contemplan la opción de permitir que gobierne la lista más votada.

Felipe González, presidente del Gobierno entre 1982 y 1996, abogaba hace unos días en Nueva Revista por la necesidad de alcanzar «pactos de centralidad» que fortalezcan «no solo la democracia, sino también el destino de un país. Cuando los pactos de centralidad desaparecen, el país se debilita, se polariza, pierde fuerza y credibilidad tanto interna como internacionalmente. Y ahí es donde estamos ahora». El expresidente socialista pide buscar soluciones en las que «la lista más votada sea aceptable cuando no hay otra opción», sin pedir nada a cambio, para que sea necesario llegar a acuerdos en cada proyecto de ley y en el presupuesto. La propuesta de González parte de la convicción de que la polarización no es beneficiosa y de que, desde la centralidad, lejos del ruido y la furia de los extremismos, se pueden abordar reformas estructurales de calado.

Una proposición similar a la del expresidente socialista es el pacto que Núñez Feijóo ofreció a Sánchez -en vivo y en directo- durante el debate en Atresmedia: que gobierne la lista más votada sin que se tenga que pasar por caja para pagar el apoyo de partidos minoritarios.

La situación actual es compleja. Un damero maldito. De las elecciones surgirá un bloqueo o un gobierno de coalición en el que formaciones como Sumar, Vox, ERC, etc., exigirán imponer políticas que no tienen respaldo mayoritario. También exigirán puestos en el gobierno que les permitan disfrutar de cuotas de poder que los electores no les han otorgado. Serán fórmulas que contribuirán a la polarización y se alejarán de la centralidad a la que aludía Felipe González.

Quizá ha llegado el momento de buscar una reforma del sistema electoral -que sólo se podrá fraguar desde la centralidad- que evite situaciones como la actual: desde el sistema mayoritario hasta sistemas mixtos como el rosatellum italiano o el sistema de escaños extra a los partidos más votados, como ha ocurrido en Grecia recientemente. Otra opción sería aplicar a la investidura del presidente el mismo método de elección de alcaldes: si nadie alcanza una mayoría, automáticamente es investido el candidato de la lista más votada.

Se trataría de evitar lo que ocurre en la actualidad, donde el debate sobre los pactos postelectorales suplanta al debate político e incluso se desliza en contra del pensamiento racional. Un ejemplo es el silogismo de lógica aristotélica que Andrés Trapiello describió hace días. A partir de dos premisas: A) Sánchez dice que lo peor que le puede suceder a España es que Vox entre en el gobierno y B) anuncia que no evitará con su abstención que Vox gobierne con el PP, se infiere la conclusión de que Sánchez quiere lo peor para España ya que, pudiendo evitar que Vox llegue al gobierno, no lo hará.

Para rechazar la inconcebible e inquietante conclusión de que el actual presidente del gobierno quiera «lo peor para España», es necesario rechazar las premisas: la A, la B o ambas. Sólo así quedaría a salvo el presidente de la sospecha de que desea lo peor para su país.

Gandia, 16 de julio de 2023.

Este artículo se publicó originalmente en la edición de La Safor del diario LEVANTE-EMV el 20 de julio de 2023.

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