Y me veo caminando por el Paseo y pienso que hoy es Santa Lucia y que estaría bien que escribiera sobre la Navidad, y como ayer acabe de leer un libro de Jon Fosse, pienso que podría escribir algo sobre ese libro, porque creo que me ha impactado, aunque quizá no sea esa la palabra adecuada, y creo que es un bello libro y que, como la narración de Fosse comienza la última semana de Adviento y finaliza el día de Nochebuena, tiene a la Navidad en perspectiva. Y pienso que ya debo dejar de intentar imitar el estilo de Fosse, porque resulta ridículo que lo pretenda, y uno debe tener su propia voz sin tomar prestada la de otros, por muy hipnótica que sea.
Nunca había oído hablar de Fosse y la noticia de que había conseguido el Nobel de Literatura me despertó curiosidad. Es una celebridad en Noruega y sus obras de teatro se representan en muchos países, aunque sea poco conocido en España. De él se dice que es exalcohólico y que se convirtió al catolicismo, y por su parte la Academia Sueca, al otorgarle el premio, destacó el carácter innovador de su prosa que «da voz a lo indecible». Escribe además con un estilo propio, prescindiendo de los puntos y utilizando recurrentemente repeticiones de escenas, párrafos y de la conjunción «y».
Con esos pocos antecedentes me aventuré en el universo de Fosse para escuchar su voz. Adquirí Septología, su novela más emblemática, que son en realidad siete libros agrupados en tres volúmenes: El otro nombre, Yo es otro y Un nuevo nombre, editados ahora conjuntamente en un sólo volumen. La Nochebuena coincide en la novela con el último domingo de Adviento y, de no ser por su gran extensión –788 páginas– se podría pensar que Septología es un cuento de Navidad de los fiordos noruegos, que refleja la idea de Fosse de que «lo más importante de la vida no se puede decir, solo escribir».
El argumento es simple, un pintor viudo llamado Asle, que vive en un fiordo y ha sido adicto al alcohol, se observa a sí mismo. Los siete libros comienzan con idénticas palabras: «Y me veo de pie, mirando…», observando su vida como en imágenes aparentemente inconexas. Hay también «otro Asle» que puede ser otro personaje o, como Fosse sugiere, «bien puede ser la misma persona» o una vida distinta que podría haber vivido. Al igual que Fosse, también Asle es un converso católico, aunque constantemente sometido a las dudas, lo que me recuerda a un papa que habló de que la duda es la que impide que creyentes y no creyentes se encierren herméticamente en su yo, tendiendo un puente que les comunica. Pero quizá no es conveniente revelar más detalles de la trama de la obra. Tan sólo destacar a un entrañable personaje quizá marginal, un perro llamado Brage, tan querido como desprotegido, que suele mirar a Asle con sus «ojos de perro».
El lenguaje de Fosse es sencillo, sin grandilocuencias ni grandes palabras, como le gusta a Asle, y con un vocabulario cotidiano. Las repeticiones le dan al texto un carácter poético y musical que en ocasiones tiene el tono de un canto, como una salmodia que puede resultar hipnótica para el lector y que invita a leer en voz alta. Septología fue escrita por Fosse durante varios años, después de abandonar el alcohol, y en ella aparecen numerosas referencias biográficas. Asle dice que pintar es como rezar y también Fosse dijo que para él escribir es como rezar, aunque ha explicado que la literatura no es predicación, «sea religiosa o política o lo que sea» y que el lenguaje literario no informa, «es significado más que comunicación y tiene existencia propia».
Sin duda Septología me ha alcanzado de lleno, aunque es comprensible que habrá a quien no le diga nada o que simplemente no la soporte… No recuerdo haber leído una obra que indague con tanta profundidad y sencillez expresiva en eso que llamamos consciencia, ese conocimiento que tenemos de nosotros mismos, de nuestros actos, de nuestras reflexiones y de la realidad, abordando temas eternos: el sentido de la existencia, la faceta espiritual del hombre, la relación que tenemos con los otros y la fuerza redentora del amor que Asle encuentra en Ales, su mujer… y también Dios como punto de referencia, ya que Asle piensa que «en el fondo de sí mismas todas las personas creen en Dios, sólo que no lo saben, porque Dios está tan cerca que no se fijan en él, y está tan lejos que por esa misma razón tampoco se fijan en él». Es ciertamente difícil saber o aventurar lo cerca o lo lejos que estará Dios de cada uno de nosotros en esta próxima Navidad.
Gandia, 13 de diciembre de 2023
Este artículo se publicó originalmente en la edición de La Safor del diario Levante-EMV el 21 de diciembre de 2023.