«Los experimentos con gaseosa», le dijo Eugenio D’Ors a un joven camarero inexperto que, al ensayar un nuevo método de descorche, derramó sobre la chaqueta del escritor una botella de champagne. El vino debía ser excelente ya que D’Ors lo apreciaba más que a su chaqueta, y es que hay botellas de Dom Pérignon por las que se llega a pagar más de 4.000 €.
También se hacen experimentos con la verdad, aunque sea mucho más valiosa que el champagne. Se experimenta cuando se retuerce, se camufla y se deforma la verdad hasta transmutarla en falacia, aunque se intente que conserve cierto barniz de veracidad. A esa degradación de la verdad hizo referencia George Orwell en Rebelión en la granja, cuando escribió que «en una época de engaño universal, decir la verdad es un acto revolucionario». A Orwell le acusaron de fascista, hoy dirían que pertenece a la fachosfera, pero el engaño ha sido y sigue siendo un medio provechoso para alcanzar el poder político.
El referéndum de 2016 sobre el Brexit es un buen ejemplo de cómo obtener ventaja engañando al electorado. Boris Johnson, impulsor de la salida de la Unión Europea, utilizó datos falsos en la campaña, tales como los 350 millones de libras esterlinas semanales que supuestamente se destinarían al Servicio Nacional de Salud. Consiguió ganar el referéndum, llegar a primer ministro… y celebrar fiestas en Downing Street durante la segunda ola del COVID, saltándose las restricciones. Posteriormente, en junio de 2023 la Cámara de los Comunes declaró que Johnson había mentido deliberadamente al parlamento en cinco ocasiones, pero el daño ya estaba hecho… el champagne ya se había derramado. ¿Cuál hubiera sido el resultado del referéndum del Brexit sin las promesas y datos falsos de Johnson?
¿Y en España? ¿Cuál habría sido el resultado de las elecciones del pasado julio si el PSOE hubiera hecho pública su intención de mercadear con la amnistía por un puñado de votos en la investidura? ¿No se debería admitir que al electorado no se le dijo la verdad?
«Al señor Puigdemont se le paró el reloj en 2017 y le han dado la espalda tanto el Parlamento Europeo, como la justicia europea, como la justicia española y, sobre todo, lo más importante, le ha dado la espalda la sociedad catalana». Esta incisiva declaración y la afirmación de que estaba más cercano el día en que Puigdemont rendiría cuentas ante la Justicia, no son de alguien de la fachosfera. Son declaraciones del ministro Félix Bolaños del pasado mes de julio, el mismo que ahora se autofelicita por haber pactado la amnistía con el prófugo Puigdemont. En el mismo sentido Pedro Sánchez también se manifestó antes de las elecciones, negando la posibilidad y la constitucionalidad de una amnistía. Evidentemente el electorado acudió a las urnas con una idea muy errónea sobre el posicionamiento del PSOE respecto a la amnistía.
Tampoco dijeron la verdad durante la pandemia. Recuerdo el estúpido eslogan «Salimos más fuertes» con el que el gobierno nos tomó por tontos cuando aún estaba por llegar lo peor de la pandemia. Algunos debieron pensar que, aunque no saldrían más fuertes, podían salir más ricos trapicheando con mascarillas. Quizá algún día sepamos la verdad sobre ello y sobre el oscuro episodio de Barajas en la medianoche del 20 de enero de 2020, con cuarenta misteriosas maletas y el peculiar comité que recibió a la vicepresidenta venezolana Delcy Rodríguez.
La política basada en el engaño y la ocultación se extiende inexorablemente y conduce a la desafección de los ciudadanos. No es extraño que el 90% desconfíe de los partidos políticos y que el 78% tengan ese mismo sentimiento respecto al Congreso de los Diputados. Sin embargo, les seguimos votando. Como dijo Joaquín Garrigues Walker, ministro del segundo gobierno de Adolfo Suárez, la demostración de que la gente es buena está en el hecho de que «nos vota en lugar de corrernos a gorrazos».
Los experimentos con la verdad son nocivos para la sociedad y para la democracia porque, si aceptamos la máxima evangélica de que la verdad nos hace libres, también admitiremos que el engaño y la mentira nos esclavizan. En su libro Políticamente indeseable, Cayetana Álvarez de Toledo decía que «sólo cuando los políticos digamos en público lo mismo que afirmamos en privado, sólo cuando reconozcamos la degradación de nuestro oficio, sólo cuando nos veamos retratados en el implacable espejo de los hechos, sólo entonces seremos capaces de rescatar la democracia de las mandíbulas del populismo».
No sería mucho pedir que el Gobierno fuera ‘revolucionario’, que dejara de hacer experimentos con la verdad y la respetara. Como dijo Eugenio D’Ors, si quieren hacer experimentos que los hagan con gaseosa.
Gandia, 10 de marzo de 2024.
Publicado en la edición de La Safor del diario Levante-EMV el 12 de marzo de 2024.