Leopoldo Calvo-Sotelo, presidente del Gobierno entre 1981 y 1982, publicó en 1990 un libro sobre la transición. En un irónico capítulo final titulado Yo me acuso, incluía esta autoinculpación: «Me acuso de candor, de haber preferido siempre la inteligencia a la lealtad, de haberme dejado seducir por el brillo de los inteligentes, de no cuidar la fidelísima fidelidad de los fieles».
Inteligencia y lealtad no son incompatibles. Se puede tener talento y preparación sin por ello excluir la lealtad. No obstante, en nuestros tiempos la praxis política siente querencia por la «fidelísima fidelidad» de los puestos de libre designación, aun sacrificando la capacidad y eficacia. Asesores y personal de confianza son habituales en las administraciones. Forman una heterogénea tropa de leales militantes del partido de turno: unos 20.000 según algunas fuentes. Suelen seleccionarse mediante el inveterado sistema del ‘dedazo’ y habitan todos los estratos de la administración: gobiernos, parlamentos, diputaciones, ayuntamientos e instituciones varias. La libre designación también acoge a numerosos gestores y miembros de consejos de administración de sociedades públicas y agencias gubernamentales.
UGT y CCOO denunciaron que Correos perdió más de 1.100 millones desde que Pedro Sánchez colocó a su jefe de Gabinete, Juan Manuel Serrano, sin experiencia empresarial… aunque quizá aficionado a la filatelia. Cuando cesó en Correos le premiaron nombrándole director general de la Sociedad Estatal de Infraestructuras del Transporte Terrestre.
No es cuestión de siglas ni de ideologías. Es una cultura política muy arraigada, que prioriza buscar acomodo y sueldo a los fidelísimos compañeros de partido. Hay ejemplos de todos los colores. Marcos Benavent, conocido como el yonqui del dinero, fue nombrado ‘a dedo’ gerente de la empresa pública Imelsa por el entonces presidente de la Diputación, Alfonso Rus. Luego, como ya sabemos, bailaron los billetes…
Al hilo de la actualidad y más allá de presuntas tropelías y corrupciones, resulta llamativo el caso de Koldo García, cualificado vigilante y escolta, con reconocida habilidad para cortar troncos como buen aizcolari. Le nombraron asesor del Ministerio de Transportes, consejero de administración de Renfe Mercancías y vocal del consejo rector de Puertos del Estado.
Los asesores son necesarios, incluso los de libre designación, pero no siempre son competentes ni tienen conocimiento de las materias sobre las que aconsejan, es como poner a un aficionado al aeromodelismo al mando de un Boeing 777. Quizá en la reciente y devastadora DANA, hubiera sido necesario un puñado de buenos asesores. Oswald Spengler creía que un pelotón de soldados es el que salva la civilización. No creo que sea así, pero es posible que un reducido escuadrón de expertos, a los que se les hiciera caso, hubieran podido solucionar y evitar muchos problemas en catástrofes como riadas y pandemias.
El pasado 29 de noviembre el expresidente Zapatero se mostró muy asertivo al afirmar que «En el PSOE, la lealtad por toda regla». No especificó hacia qué o hacia quién se debía lealtad, ni tampoco las circunstancias y límites de la misma. Por el contexto cabe suponer que se refería a algún líder supremo. Zapatero predica con el ejemplo y guarda una inquebrantable lealtad hacia el dictador Nicolás Maduro.
Disiento del expresidente y creo que la ‘regla’ del PSOE, del PP y de cualquier partido político, debería ser la rectitud, la eficacia y la sinceridad, y sería conveniente utilizar como asesores preferentemente a funcionarios públicos con preparación y experiencia, antes que a aficionados leales por «toda regla».
En otros países escasean los puestos de libre designación. En la serie televisiva Borgen: Reino, poder y gloria, un alto funcionario ministerial comentaba que «La administración y el funcionariado público danés es la joya de la corona. En EE.UU. cambian toda su administración con cada presidente. Aquí, un día servimos a la izquierda y otro a la derecha. Lo hacemos desde hace 170 años y nos va genial… Cerramos la boca y nos centramos en nuestra tarea».
Tampoco puede olvidarse que, en política, la lealtad suele ser voluble y tiene fecha de caducidad; en cuanto te descuidas te apuñalan por la espalda. Hace años, cuando Mariano Rajoy aún no era presidente, comentó durante la presentación de un libro que «para puros los habanos y para fieles los difuntos». No parecía fiarse en exceso de la fidelísima fidelidad de los suyos…
Gandia, 8 de diciembre de 2024.
Este artículo se publicó originalmente en la edición de La Safor del diario Levante-EMV el 16 de diciembre de 2024. Fotografía: Serie Borgen: Reino, poder y gloria.