La primera víctima de la guerra es la verdad. Lo dijo hace un siglo el senador estadounidense Hiram Johnson y lo estamos viviendo con la invasión a Ucrania. Vladímir Putin ha ido encadenando falsedades desde los prolegómenos bélicos. Sostiene que el gobierno ucraniano es una «banda de drogadictos y neonazis que se ha instalado en Kiev y que ha tomado como rehén a todo el pueblo ucraniano». Por insólito que parezca, el presidente de esa ‘banda’ neonazi es Volodimir Zelinski, un judío que ganó por amplio margen las elecciones presidenciales de 2019. Putin afirma con descaro que «No obligamos a hacer nada a nadie por la fuerza», mientras sus misiles caen sobre las ciudades de Ucrania.
Hace cinco siglos Teresa de Ávila dijo que«la verdad padece, pero no perece». Para no caer en la barbarie, para preservar la civilización, no hay que desfallecer ante la mentira. Ucrania fue un país nuclearizado hasta que en 1994 firmó con las potencias occidentales y Rusia el Memorándum de Budapest y cedió su arsenal nuclear a Rusia. Como contrapartida obtuvo garantías sobre su integridad territorial y sobre su soberanía. El cinismo de Putin ha violado brutalmente el memorándum y la soberanía de su vecino, pero su maquinaria de desinformación quiere transformar al agredido en agresor, a la víctima en victimario.
El eslogan de ‘no a la guerra’ debe ser fruto de algún tipo de trastorno cognitivo. Decir ‘no a la guerra’ en abstracto, sin detalles, es suponer que la guerra no la ha iniciado nadie, que ha surgido por generación espontánea. Para los ucranianos, que se defienden como pueden de una agresión, el ‘no a la guerra’ les dice que abandonen las armas y entreguen su país al invasor; exactamente la rendición incondicional que exige Putin. Si se está contra la guerra, el eslogan debe ser ‘no a la invasión’, que cese el ataque y se replieguen los ejércitos agresores.
El ‘no a la guerra’ unido al ‘no a la OTAN’ es un nivel superior de cinismo. No sólo es pedir a los ucranianos que renuncien a defenderse, sino que renuncien a solicitar angustiosamente la poca o mucha ayuda que la OTAN pueda darles. Al grito de ‘No a la guerra, no a la OTAN’ unos cientos de personas se concentraron el pasado viernes en Madrid, convocados, entre otros, por Izquierda Unida, el PCE y la CNT, para «expresar su solidaridad hacia el pueblo ucraniano» y pedir «la desmilitarización de la Alianza». Sólo faltaron eslóganes a favor de Venezuela, Cuba y Nicaragua, los amigos de Putin. Algunos ucranianos despistados no sabían dónde se habían metido; uno de ellos llevaba una pancarta con el texto: ¡OTAN haced algo! (NATO do somethig!)
Vivimos en «tiempos recios» -como decía santa Teresa-, que desgraciadamente se van a prolongar. Pero las épocas difíciles permiten valorar conceptos como la libertad, la democracia, la justicia y la solidaridad, que no brotan de la nada y que no se alcanzan sin esfuerzo y sacrificio, con el compromiso individual y colectivo. En tiempos recios surgen personas que con su entrega nos inspiran y señalan el camino de la civilización, el lado correcto de la historia.
Uno de ellos es el periodista ruso Dmitry Muratov, que intenta divulgar la verdad entre sus compatriotas. Muratovhadeclarado que «además de dolor, sentimos vergüenza» y ha criticado a Putin por «jugar con el botón nuclear como si fuera el llavero de un coche caro». El pasado octubre recibió el Nobel de la Paz por su lucha para salvaguardar la libertad de expresión. Desde el año 2000 seis periodistas y colaboradores del Novaya Gazeta, el periódico de Muratov, fueron asesinados por publicar la verdad… él puede ser el próximo.
Mircea Cărtărescu ha escrito refiriéndose al presidente Zelenski, que «el mundo moderno, con su pragmatismo, tiende a negar o a burlarse del espíritu de sacrificio en la vida, […] del idealismo como forma de ser y, sin embargo, no pasa un día ni existe una sola situación humana sin que veamos a nuestros semejantes ofrecer unas extraordinarias muestras de altruismo y de altura de miras». Zelinski no ha huido a un refugio seguro; está en Kiev, con su gente, diciendo que no se va a rendir, que van a defender Ucrania, porque su arma es su verdad: «esta es nuestra tierra, nuestro país, nuestros hijos», y nos pide ayuda todos los días para seguir resistiendo.
Tiempos recios y trágicos, con miles de muertos y más de un millón de refugiados. A Mordor se le puede derrotar, se le debe derrotar. Permanezcamos unidos, con la verdad por delante, aunque nos cueste sangre, sudor y lágrimas: el precio de nuestra libertad y de nuestra dignidad. No caeremos en la tentación de usar el anillo, pero como dijo Josep Borrell, «nos acordaremos de quienes en este momento solemne no están a nuestro lado».
Gandia, 3 de marzo de 2022.
Este artículo se publicó originalmente en la edición de La Safor de Levante-EMV el 4 de marzo de 2022. Fotografía: Nighttime in Kyiv during Russian bombing the city. 25 February 2022. By Sergey Korovayny. https://war.ukraine.ua/photos/page/3/