Francisco Montero, amigo y compañero en el Instituto Técnico Ausiàs March de Gandia, me comentó que conservaba celosamente los textos de matemáticas que estudiamos durante el bachillerato. Eran libros feos y mal impresos, cuyos autores eran Julio Rey Pastor y Pedro Puig Adam. Poco sabíamos sobre estos autores, que colaboraban desde 1928 en la edición de obras didácticas para renovar la enseñanza de las matemáticas en España. Además de escribir libros de texto, Rey Pastor fue un insigne y reconocido matemático que investigó en el campo de la geometría. En 1927 emigró a la Argentina porque España no ofrecía oportunidades a los científicos para investigar en condiciones adecuadas.
Rey Pastor consideraba a José Echegaray (1832-1916) como el matemático español más importante del siglo XIX. Ambos coincidían en el diagnóstico desfavorable sobre el desarrollo de las matemáticas y la ciencia en general en nuestro país. Según Echegaray «la ciencia matemática nada nos debe: no es nuestra; no hay en ella nombre alguno que labios castellanos puedan pronunciar sin esfuerzo»; Rey Pastor, por su parte, afirmaba que «en matemáticas no es España un pueblo ‘moderno’: pero tampoco un pueblo decadente ni un pueblo inepto. Es sencillamente un pueblo ‘atrasado’, que no se ha incorporado todavía a la civilización moderna». Mucho ha avanzado la ciencia en España desde Echegaray y Rey Pastor, aunque -con honrosas excepciones- aún persiste el panorama de mediocridad. España sólo dedica el 1,4% del PIB a investigación y desarrollo, frente al 2,3% del PIB de media en la Unión Europea, y menos de la mitad que lo que dedican Alemania, Bélgica, Dinamarca, Austria, Suecia o Francia.
Aunque la historia no le hiciera justicia, la trayectoria de Echegaray fue asombrosa. Si no obtuvo el reconocimiento que merecía, fue quizá por la voraz campaña que iniciaron contra él Valle-Inclán y otros próceres de la generación del 98. Echegaray, dramaturgo además de matemático, obtuvo en 1904 el Premio Nobel de Literatura, el primero que recibía un español; el que premiaran al que consideraban como intruso y advenedizo, debió despertar envidias en el gremio literario. Es cierto que tenía 72 años cuando recibió el Nobel, pero fue ruin descalificarle por su edad y que Valle-Inclán le dedicara el vitriólico epíteto de «viejo idiota». La «cancelación» que sufrió el autor en su tiempo, orquestada por un núcleo de «escritores nuevos y revolucionarios», consiguió perpetuar los tópicos negativos que calificaban sus obras teatrales como dramas-ripio.
Echegaray no tenía nada de idiota, sino todo lo contrario. Se dedicó al teatro por la misma razón que llevó a Rey Pastor a Argentina, al no encontrar en España el medio de cultivo adecuado a su vocación científica. Así lo explicaba con tristeza en sus Recuerdos, publicados a los 83 años: «Las matemáticas fueron, y son, una de las grandes preocupaciones de mi vida; y si yo hubiera sido rico o lo fuera hoy, si no tuviera que ganar el pan de cada día, probablemente me hubiera marchado a una casa de campo y me hubiera dedicado exclusivamente al cultivo de las matemáticas. Ni más dramas, ni más adulterios, ni más suicidios, ni más duelos, ni más pasiones desencadenadas».
Fue uno de los personajes más sobresalientes de la España de entre siglos: ingeniero de caminos, matemático, divulgador científico, dramaturgo y político, ocupó tres veces la cartera de Hacienda y fue el impulsor del Banco de España como emisor único de moneda. Destacó en todas las disciplinas en las que trabajó y se esforzó por situar España a la cabeza de las naciones más desarrolladas en ciencia y tecnología. Su actividad literaria -más de cuarenta obras teatrales- le reportó gran éxito de público y fue reconocida por dramaturgos como Bernard Shaw y Luigi Pirandello.
No creo que los jóvenes -ni los no tan jóvenes- de hoy en día tengan idea de quien era ese ‘viejo idiota’ llamado Echegaray, ni conozcan su faceta de dramaturgo ni la de científico. Lo que sí que sabemos es que nuestro país sigue por debajo de la media de la OCDE y de los países de nuestro entorno en competencias educativas de matemáticas y ciencia (informes PISA). Incluso es muy posible que los alumnos del Ausiàs March de Gandia de los años en que mi promoción estudió, tuviéramos competencias en matemáticas y ciencia superiores a las de los alumnos de hoy.
La ciencia y la investigación científica siguen siendo asignaturas pendientes en nuestro país. Como comentaba José Manuel Sánchez Ron -historiador de la ciencia y académico- sería necesario que «las instituciones respalden con firmeza la investigación científica, sin que ésta deba depender en exclusiva de mentes brillantes que surgen de vez en cuando». En muchos casos, cuando surgen esas mentes brillantes, tienen que dedicarse a otras tareas más retribuidas, como Echegaray, que hoy sería un excelente guionista de series y culebrones para las plataformas de streaming, o como Rey Pastor, que tuvo que emigrar a tierras de ultramar.
Gandia, 3 de mayo de 2022.
Este artículo se publicó originalmente el 6 de mayo en el diario Levante EMV en su edición de La Safor. Fotografía de José Echegaray.
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