El 13 de julio de 1938 una mujer de 59 años –ligera de equipaje– llegó a la estación de ferrocarril de Berlín. Huía de la ciudad donde había vivido y trabajado la mitad de su vida. En el bolso llevaba diez marcos y un anillo de diamantes que la había dado un colega por si surgía algún problema. En el tren la esperaba Dirk Coster, un profesor de física neerlandés que había descubierto el hafnio. La mujer le saludó como sin conocerle. Ella era Lise Meitner, vienesa y alumna distinguida de Ludwig Boltzmann, que había sido la segunda mujer en obtener un doctorado en física. Había descubierto junto con su colega Otto Hahn el protactinio, un nuevo elemento de la tabla periódica.
La situación en Alemania era insostenible. Tras la anexión de Austria y debido a su condición de judía, a Meitner ni le concedían la nacionalidad alemana ni le permitían usar su pasaporte austriaco. No podía seguir investigando en el Instituto Kaiser William ni ejercer su profesión, y también tenía prohibido abandonar Alemania. De nada servía su prestigio científico ni que Einstein se refiriera a ella como «nuestra Marie Curie». La única opción posible era huir clandestinamente… o acabar en un campo de exterminio.
El plan de fuga lo diseñaron Coster y Adriaan Fokker desde Países Bajos. Consiguieron que las autoridades neerlandesas autorizaran su entrada en el país y convencieron a los agentes fronterizos para que facilitaran a Meitner cruzar la frontera. El mayor peligro eran los controles de las SS durante el trayecto, pero tuvieron suerte y no fueron interceptados. En la madrugada del 14 de julio Coster y Meitner llegaron a la poco concurrida estación de Nieuwe Schans en Países Bajos. Sus colegas en Berlín respiraron aliviados; el físico Wolfgang Pauli le envió un telegrama a Coster: «Te has hecho tan famoso por el secuestro de Lise Meitner como por el descubrimiento del hafnio».
Meitner y Hahn consiguieron la fisión nuclear ese mismo año. Meitner ya había dejado Países Bajos para instalarse en Suecia, pero mantenía contacto permanente con Hahn e incluso se reunió en secreto con él en Copenhague y le instó a proseguir el proyecto que ella había liderado. Hahn realizó los experimentos en Berlín y Meitner hizo las interpretaciones teóricas desde Suecia. La fisión nuclear no fue un descubrimiento marginal, sino un hito en la historia de la ciencia.
En febrero de 1939 Hahn se apresuró a publicar los resultados de los experimentos, pero temeroso de revelar su colaboración con una judía, omitió a Meitner como coautora. Ese mismo mes Meitner y su sobrino Otto Frisch publicaron en la revista Nature el proceso por el que el núcleo de uranio se dividía en dos al ser bombardeado con neutrones y acuñaron el término fisión, análogo a la división de las células. Mediante la fórmula de Einstein calcularon la enorme cantidad de energía generada por la pérdida de masa y teorizaron sobre la posibilidad de una reacción en cadena.
El mérito del descubrimiento fue de ambos, aunque el reconocimiento fue en exclusiva para Hahn, a quien le concedieron el Nobel de Química de 1944. Lo peor fue que Hahn no reconoció la decisiva contribución de ‘su amiga’ Meitner. El mérito y el reconocimiento siguen en ocasiones caminos diferentes y llevan a injusticias clamorosas. Un refrán expresa esta divergencia: unos ganan la fama mientras otros cardan la lana. Esto ocurre en todos los ámbitos y la ciencia no es la excepción.
No fue la única vez que a Meitner le vetaron el Nobel. Entre 1924 y 1965 fue nominada en 48 ocasiones: 19 veces al Nobel de Química y 29 al de Física. La Real Academia de Ciencias sueca se lo negó sistemáticamente… La exclusión de las mujeres en la química ha sido paradigmática. Entre 1901 y 2017 sólo cuatro mujeres recibieron el Nobel de Química. La tendencia se invirtió en 2018 y desde ese año otras cuatro científicas recibieron el galardón. En 2023 ninguna mujer ha sido premiada con el Nobel de Química, pero dos científicas: Katalin Karikó y Anne LˈHuillier han recibido los premios Nobel de Medicina y Física.
En 1997, veintinueve años después de su fallecimiento, Meitner recibió un reconocimiento póstumo: un nuevo elemento químico recibió el nombre de meitnerio en su memoria. Fue la segunda mujer, después de Marie Curie, que dio su nombre a un elemento.
Lise Meitner se reprochaba a sí misma no haber abandonado antes Alemania y reconvenía a los científicos que trabajaron en el Tercer Reich que sólo hubieran ofrecido una resistencia pasiva. Entendía que la ciencia debía ir acompañada de la ética y del respeto a la humanidad: «el asombro y alegría que el orden natural de las cosas produce en el verdadero científico».
El epitafio de su lápida resume muy bien ese concepto: «Lise Meitner: una física que nunca perdió su humanidad».
Gandia, 5 de octubre de 2023.
Publicado en la edición de La Safor del LEVANTE-EMV el 12 de octubre de 2023. Fotografía de Lise Meitner en su laboratorio.